La prosofobia, del griego proso (hacia adelante) y de phobos (miedo) se define como el miedo o aversión al progreso, y ha existido a la par de cualquier iniciativa innovadora. Desde la escritura hasta Internet, cada invento ha sido acechado por quienes ven el progreso como una amenaza.
La escritura fue vista por algunos filósofos como una manera de descuidar la memoria; la imprenta de Gutenberg democratizó las publicaciones y fue acusada de propagar ideas críticas contra la monarquía y la religión. De hecho, el monje Johan Trithemius se opuso férreamente a la imprenta, tanto que hoy su apellido es el nombre de un síndrome de resistencia lógica a aceptar el cambio y no salir de la zona de confort.
El ferrocarril, la electricidad, el cine, la radio, la televisión, los electrodomésticos y, finalmente, Internet. Todos fueron rechazados en sus inicios.
Después, la máquina de vapor y las industrias de la revolución industrial se toparon con quienes defendían el empleo artesanal, ante la industrialización. El ferrocarril, la electricidad, el cine, la radio, la televisión, los electrodomésticos y, finalmente, Internet. Todos fueron rechazados en sus inicios. Es decir, hay cierta tendencia a pensar que la tecnología es nuestra enemiga y que los avances terminan sustituyendo algo que funcionaba y deja de existir por su culpa.
Esta situación ha revivido con la IA o como escribiría un inmigrante digital: la Inteligencia Artificial. A diario surgen historias que tienen como protagonista a la aplicación Chat GPT, prototipo de IA, creado por OpenAI, que se especializa en el diálogo y por consiguiente en la generación de contenido de cualquier tema. Pero no es solo la capacidad inmediata de “escribir” del Chat GPT lo que sorprende y preocupa, sino su “habilidad” para generar respuestas específicas y adecuadas a la solicitud del usuario. Una carta para un amigo entrañable, un discurso al estilo de un político famoso, textos para un aviso publicitario, guiones para comerciales, recetas médicas, diagnósticos. En fin, un “universo” de posibilidades a las que se suma una aplicación para generar imágenes. Muchas de las historias que, a diario, surgen tienen que ver con profesionales que ven esta aplicación como una peligrosa competencia para sus puertos de trabajo.
Adicionalmente, Google anunció su competencia para Chat GPT, se trata de Bard, que utilizará el modelo de inteligencia artificial conocido como LaMDA y tendrá lacapacidad de contar con toda la información que tiene el buscador de Google. Las predicciones apuntan a que será mucho más completa que Chat GPT. Sin embargo, Microsoft no se quedó atrás e informó sobre la renovación de su buscador Bing, que contará con un chatbot conversacional que se alimentará de la IA. La promesa de Microsoft es que Bing tendrá un nuevo motor para arrojar resultados más precisos y relevantes.
Tecnoestrés
Por otra parte, estos avances tecnológicos han generado nuevos “padecimientos” como el tecnoestrés, identificado por el psicólogo norteamericano Craig Boid, quien lo describe como una patología derivada de las repercusiones negativas por trabajar prolongadamente delante de una pantalla de ordenador. Boid considera que el tecnoestrés incide negativamente en el bienestar físico y mental de las personas y lo explica en su obra “Tecnoestrés: el coste humano de la revolución de los ordenadores”.
Entonces, si sumamos prosofobia más tecnoestrés pueden surgir algunas interrogantes: ¿es probable que Chat GPT o cualquier otra aplicación de IA haya despertado la prosofobia? ¿debemos temer a ser sustituidos profesionalmente por esta u otras aplicaciones? ¿qué profesiones serán las más afectadas? ¿la IA es una amenaza o una oportunidad? ¿o es acaso una herramienta para hacer más eficientes los procesos? ¿Es la adicción a la tecnología una enfermedad del presente o del futuro? ¿O solo afecta a quienes no nacieron en la era digital?
Seguramente, cada uno tendrá distintas respuestas desde su perspectiva y su experiencia, pero valdría la pena volver al pasado y darnos cuenta de que seguimos escribiendo, aún se imprimen libros, los medios de transporte han evolucionado y la electricidad e Internet, con todo lo que implica, forman parte de nuestra cotidianidad. Hagamos el ejercicio de ver qué nos puede ofrecer la IA para mejorar profesional y personalmente, porque como dijo el historiador romano Tito Livio: “El miedo siempre está dispuesto a ver las cosas peor de lo que son” y en palabras de Sigmund Freud: “La humanidad progresa. Hoy solamente quema mis libros; siglos atrás me hubieran quemado a mí”.
María Elena Guevara
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