Las organizaciones son unidades lingüísticas. El reconocimiento del papel generativo del lenguaje permite un nuevo enfoque para comprender las organizaciones empresariales. Este enfoque nos muestra que las organizaciones son fenómenos lingüísticos: unidades construidas a partir de conversaciones específicas, que están basadas en la capacidad de los seres humanos para efectuar compromisos mutuos cuando se comunican entre sí.
Una empresa es una red estable de conversaciones, como tal, genera identidad en el mundo que trasciende a sus miembros individuales; las empresas son agentes de acción y son responsables socialmente de sus acciones independientemente de las acciones particulares de los individuos que la conforman.
Los individuos pasan por las empresas pero las empresas están llamadas a perdurar en el tiempo, ciertamente las empresas cambian con el correr del tiempo, pero los cambios se producen dentro de una identidad continua. Por muy importante que sea el papel que desempeñe un individuo, su identidad siempre será diferente de la identidad de la empresa.
Las empresas constituyen un claro ejemplo del poder del lenguaje, del poder de las conversaciones. Sin lenguaje no podríamos construir organizaciones. Es en las conversaciones que las empresas se constituyen como unidades particulares, circunscribiendo a sus miembros en una entidad. También es en las conversaciones que las empresas se aseguran su existencia en el entorno, principalmente haciendo ofertas y aceptando pedidos del mercado.
Sin lenguaje no podríamos construir organizaciones
Existen al menos cuatro aspectos que conviene explorar de la estructura lingüística de las organizaciones.
Debemos aceptar que cada unidad está especificada por sus límites. Lo que nos permite distinguir una unidad es el hecho de que podemos separarla de su entorno. Si no podemos delinear los límites de la unidad, simplemente no podremos distinguirla. Estos límites corresponden a una línea trazada por el lenguaje a través del poder de alguien para hacer una determinada declaración.
La estructura de una organización está construida como una red de promesas mutuas. Cada persona está ligada a la organización por compromisos específicos y es responsables de cumplir con algunas condiciones de satisfacción determinadas. Es esta red interna de promesas lo que permite a las organizaciones cumplir con sus promesas internas que le llevan a cumplir las promesas que a su vez les hacen a sus clientes.
Los miembros de una organización desempeñan sus acciones sobre la base de un trasfondo compartido. Esto permite generar condiciones sinérgicas que ahorran tiempo y recursos. Este trasfondo compartido es producido por un permanente hilado de conversaciones. Esto es lo que conocemos como cultura empresarial. La cultura permite el desarrollo de prácticas sociales propias de la organización, de construcción de estándares, de creación de formas compartidas de actuar y de hacer frente a las circunstancias.
El lenguaje permite unir a los miembros individuales de una organización. Este aspecto pertenece a la cultura empresarial y constituye la base para el desarrollo del trasfondo compartido desde el cual las personas que pertenecen a una organización actúan.
El futuro compartido permite que aquellas personas que laboran en la empresa ejecuten acciones desde una base consensuada, compartiendo inquietudes comunes y aspirando a metas comunes. A esto le llamamos “acuerdos de dirección”. La dirección compartida hace innecesario explicar constantemente las inquietudes y metas de la empresa.
Si queremos comprender una organización debemos examinar las conversaciones que en el seno de ella se dieron y se dan. Sus debilidades tienen que ver con las debilidades conversacionales o con el hecho de que podrían faltar algunas conversaciones decisivas.
A medida que una empresa va construyendo hábitos de comunicación positivos, lo cual aumenta su productividad, también genera un hábito de comunicación que debe ser evaluado constantemente porque a largo plazo puede comprometer su efectividad. Los hábitos generan ceguera y la gente acaba por suponer que sus prácticas de negocio constituyen la forma normal o natural de hacer las cosas. Generalmente no logran ver más allá de su propio trasfondo comunicativo y pierden de vista el horizonte.
Cualquiera que sea el problema que una organización empresarial este enfrentando, éste puede ser examinado por medio de la observación de su estructura conversacional. La mayoría de los problemas de la empresa surgen de fallas en sus procesos de comunicación. Con base en esta afirmación planteamos que cualquier problema, sea estrictamente comunicativo o no, puede ser examinado desde la perspectiva de sus conversaciones.
Postulamos que las competencias comunicativas de una empresa determinan en un alto grado, su éxito o su fracaso. Una empresa es un sistema lingüístico y todo lo que ocurre al interior de ella puede ser examinado desde la perspectiva de sus conversaciones.
No existe en la empresa un área cuya naturaleza conversacional sea más clara que en el nivel gerencial. Si examinamos lo que los ejecutivos y gerentes hacen dentro de la empresa, nos daremos cuenta de que su trabajo consiste fundamentalmente y casi exclusivamente en estar en conversaciones. Lo que hacen los ejecutivos principalmente es conversar, escuchar, hablar, comunicarse con otros, promover algunas conversaciones. Su trabajo realmente es promover conversaciones.
El éxito o fracaso de un ejecutivo o de un gerente es función directa de su competencia conversacional. Resaltamos el hecho de la poca atención que los ejecutivos y gerentes prestan a los fenómenos comunicativos.
Una organización es más que un espacio generado por límites declarativos en los que la gente está unida por una red de promesas mutuas. Una organización es también, un espacio en el que se nutre una determinada cultura, un espacio en el que comparten un pasado, una forma colectiva de hacer las cosas en el presente y un sentido común de dirección hacia el futuro.
Este resumen fue desarrollado por Alberto Cortés socio fundador de Vica Consulting. Algunos extractos fueron tomados del libro de Ontología del lenguaje de Rafael Echeverria.
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